Se conoce
como el tesoro de los Quimbayas a un
conjunto formado por 474 piezas de
orfebrería, encontrado
formando parte del ajuar de dos tumbas de esta cultura precolombina, en 1890,
en la Soledad, cerca de Filandia, en el Departamento del Quindío.
El
hallazgo de ambos enterramientos fue realizado por un grupo de huaqueros-
expoliadores de tumbas – que en aquella época eran legales. Al no existir una
ley proteccionista sobre estos bienes arqueológicos encontrados, dependía del
propio huaquero, del intermediario o del comprador final, el que estos objetos
terminaran o no fundidos en lingotes, que lamentablemente solía ser el destino
más habitual. Miles de kilos de oro labrado o trabajado por los artífices
precolombinos terminaron de esta forma fundidos y perdidos para siempre, tal
como lo hacían los españoles durante la colonia.
Una
parte del tesoro Quimbaya fue comprada por el Gobierno colombiano compuesto por
122 piezas de oro y tumbaga que, junto con otras piezas, el propio Gobierno
colombiano exhibió en una exposición en Madrid, realizada en 1892, en conmemoración del IV Centenario
del Descubrimiento de América.
Finalizada
la exposición el Presidente de la Republica de la época, Carlos Holguín
Mallarino, contando con el respaldo político, donó las 122 piezas
pertenecientes al tesoro Quimbaya a la Reina Regente de España, María Cristina
de Habsburgo-Lorena, segunda
esposa de Alfonso XII, en agradecimiento a la presidencia que ésta había ejercido
en el laudo arbitral de un conflicto de fronteras entre Colombia y Venezuela,
que se resolvió a favor del primero.
Piezas del tesoro Quimbaya. Foto periódico UNAL nº 196 |
Estas
122 piezas se encuentran exhibidas al público en el Museo de América de Madrid.
En todo caso, esta parte exhibida y conservada, corresponde sólo a una quinta
parte de la ofrenda original localizada. Esto significa que otras cuatro quintas partes
de oro y objetos de estas tumbas se dispersaron en manos particulares, quizá
terminaron fundidas en lingotes y desde luego olvidadas para la historia de la
Colombia precolombina.
Desde
hace unos años, aunque en estos últimos meses ha alcanzado especial virulencia,
algunas instituciones de Colombia están pidiendo la restitución de esas piezas al patrimonio cultural del país. En la
reciente reunión de la Corte Constitucional para abordar este tema, las tesis, aunque no homogéneas, han oscilado entre las que consideran ilegal la donación y se debe solicitar su restitución, los que
piensan que la colección debe regresar al
país como un gesto de dignidad y respeto, los que consideran que la
repatriación definitiva debe ser un acto
de soberanía cultural y dar prioridad a la diplomacia consistente en defender lo colombiano.
También
han existido voces consistentes en aplicar la Convención de París de 1970 sobre
prohibición de importación, exportación y
transferencia de propiedad ilícita de bienes culturales y se pone como
ejemplo la restitución al Perú, de miles de piezas arqueológicas de Machu
Picchu, que habían sido prestadas a la universidad de Yale en 1916 y que se
negaban a devolver. En fin, creo yo que un préstamo es sustancialmente
diferente a una donación. Por último también hay voces que creen imposible la
restitución.
Para
finalizar es conveniente aclarar algunas cuestiones.
Las
piezas que son parte del tesoro Quimbaya, llegaron a España legalmente en 1892 y
su regalo al estado español fue realizado por iniciativa unilateral, voluntaria y libre del
propio gobierno de Colombia. España no conserva pieza alguna más de esa cultura
de las ya citadas.
La
cultura Quimbaya desapareció en el siglo X. Las tumbas cuyas piezas están el
litigio eran de esa época. Por tanto no se puede colegir que los españoles
fueran los exterminadores de los Quimbayas.
Las
piezas que muestra el Museo de América están formadas por una tipología de
objetos relacionados con el consumo de alucinógenos y el adorno del cuerpo de
los caciques. Se destacan 6 figuras que representan caciques, 4 hombres y 2 mujeres,
una de ellas embarazada. Todos ellos, hombres y mujeres, se representan
desnudos, con los mismos símbolos de poder en las manos y adornados con
collares, orejeras de arete y nariguera. Sin duda estas figuras antropomorfas
son las que han proporcionado la merecida fama al excepcional conjunto.
Esperemos,
pues, que la buena diplomacia se imponga en la solución de este problema, si es
que la tiene.
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