En la entrada anterior dedicada a la United Fruit Company tratábamos de
explicar la estrategia de esta multinacional para conseguir sus criminales
objetivos de explotación laboral; evitar el contacto directo con los
trabajadores para hacerlo a través de contratistas locales que se encargaban de
las contrataciones y de los despidos. De esta manera la multinacional evadía la
responsabilidad de acatar la de por si débil
legislación laboral colombiana, librándose de cumplir los requisitos de
vivienda y del pago del seguro colectivo.
Tanto abuso determinó la convocatoria de
una huelga el 12 de noviembre de 1928. Los trabajadores exigían a la United
Fruit que respetara la legislación laboral, que pagara el seguro colectivo,
pagos por incapacidades relacionadas con el trabajo, que el domingo fuese
festivo, viviendas e instalaciones hospitalarias dignas y aumentos salariales
dignos. La empresa se negó a negociar argumentando que al no ser el empleador
directo no tenía porque respetar la
legislación laboral vigente en ese momento.
La huelga despertó
bastante solidaridad hasta tal punto que los tenderos de la zona fiaban
a los huelguistas los productos de consumo, para evitar tener que pasar por el economato de la
empresa a comprarlos, hubo iniciativas de ganarse la confianza de los soldados
del ejército nacional desplazado a la zona para salvaguardar el orden público.
Sin embargo la negativa de la empresa a acordar una solución al conflicto apoyado por los
terratenientes colombianos y otros contratistas del plátano, derivó en actos de vandalismo por parte de
los trabajadores, que en su grado de desesperación se apropiaban del ganado y de las provisiones
de los granjeros y de los tenderos locales.
En Bogotá gobernaba un gobierno conservador que entendía que
la huelga de los trabajadores del plátano era un movimiento subversivo fruto de
la acción activa y constante de los agitadores comunistas. También circulo en
la zona el espantajo de una posible intervención Norteamérica en defensa de sus
súbditos y de sus intereses en la zona.
El 5 de diciembre transcurridos 24 días de huelga se decreta
el estado de sitio. El siguiente día el general al mando de la fuerza pública
decide instalar tres ametralladoras en la Plaza de Ciénaga, donde se
concentraban acampadas unas 1.500 personas. Se les dio cinco minutos para
desalojar la plaza en virtud del estado de sitio decretado y de dos
proclamas de ley marcial, que impedía
formar grupos de más de tres personas. Al no retirarse los huelguistas abrieron fuego sobre la
muchedumbre, asesinando e hiriendo a un número indeterminado de trabajadores.
El informe oficial, que nadie se creía, hablaba de 13 muertos y 19 heridos, dos
de los cuales murieron posteriormente.
Plaza de la ciudad de Ciénaga, durante la huelga |
Horas después 400 huelguistas rodearon las instalaciones de
la United Fruit en Sevilla, matando a un teniente. La llegada de refuerzo de
las tropas de Ciénaga sirvió para asesinar 29 nuevos huelguistas, tres más
cayeron en Aracataca, el pueblo de Gabriel García Márquez. En los siguientes
días se contabilizaron nuevos asesinados, según
la versión oficial de heridos muertos en sus escondites.
Esta tragedia conocida en el subconsciente colombiano como la masacre de las bananeras marcó una época en la historia colombiana.
A partir de aquí se inició una disminución del poder de la United Fruit, el descredito
del gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez, la dimisión del Ministro de
la Guerra y la llegada de un Presidente liberal en las siguientes elecciones de 1930. Los liberales no
gobernaban desde la década de 1880. La
huelga de 1928 puso en evidencia la incompetencia del gobierno y sus alianzas
con la multinacional.
La mayoría de los colombianos creen que en la masacre de las
bananeras murieron cientos de personas y que la United Fruit se la considera
como una fuerza del mal, explotadora de los trabajadores. La conducta criminal y explotadora de la United Fruit explica muchas veces la animadversión que despiertan los norteamericanos
en muchos países latinos.
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