En los pasados días visitamos el Jardín Botánico de Bogotá, que lleva el
nombre de nuestro compatriota José Celestino Mutis, organizador de la Real
Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada y que inició el periodo de la Ilustración en Colombia. Este Jardín es un recurso muy importante de
la ciudad que merece ser visitado. Yo suelo hacerlo con frecuencia.
En este jardín se ha expuesto la reproducción, en un ambiente selvático, de la Titanoboa-
titanoboa cerrejonensis- la mayor
culebra del mundo, reconstruida por paleontólogos
de varios países, en función de las vertebras fósiles encontradas en los
terrenos de la mina de carbón de El Cerrejón, en la península de la Guajira. Su
nombre científico lo recibe por el
tamaño y por la ubicación donde se localizó el fósil.
Este descubrimiento al igual que algunos otros encontrados en la zona –
tortugas y cocodrilos – anormalmente grandes,
facilita una visión única e importante del pasado. El fósil de la Titanoboa es de la época del Paleoceno,
un periodo de 10 millones de años que siguió al de la extinción de los
dinosaurios hace 65 millones de años.
Recreación del bosque húmedo donde vivió la titanoboa |
El tamaño de la boa es revelador porque las dimensiones de las serpientes y
de otros animales de sangre fría dependen de la temperatura de su hábitat, creyéndose
que la Titanoboa, para alcanzar las
dimensiones que tuvo, necesitó una temperatura media anual de entre 30 y 34
grados centígrados, 6 grados más que la media actual, medida en Cartagena de
Indias.
Por los fósiles de las plantas encontrados en la zona se sabe que en el Paleoceno,
la península de la Guajira que actualmente es una zona árida- un arenal – era
un bosque tropical que perdió toda la
cobertura vegetal, debido a los cambios climáticos.
Recontrucción de la titanoboa expuesta en el jardín botánico |
Las dimensiones de nuestra boa alcanzarían los 15 metros de largo y un peso
de 1,25 toneladas. Su diámetro máximo podría alcanzar los 65 centímetros.
Panel explicativo del grosor de la titanoboa |
El hallazgo de este fósil, descubierto en el 2006, se ha posicionado entre los diez casos más
importantes de la paleontología, por el aporte que brinda para entender los
cambios climáticos del planeta, como los que se desarrollaron en la península de La
Guajira.
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