viernes, 5 de junio de 2015

A PROPÓSITO DE LA PRESENTACIÓN DE UN INFORME, DEL CENTRO NACIONAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA

El pasado día 28, invitado por el Centro Nacional de la Memoria Histórica, asistí a la presentación de un nuevo informe titulado: Textos Corporales de la Crueldad. cuya relatora es Helka Alejandra Quevedo. Descargar http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/informes/informes-2015-1/textos-corporales-de-la-crueldad
 
El informe describe los procedimientos forenses y judiciales sobre la exhumación de 36 cadáveres, rescatados de fosas comunes, asesinados por los paramilitares entre los años 2001 y  mediados del 2002.
 
En efecto, en ese año y medio el grupo paramilitar denominado Frente Sur de los Andaquíes se establecieron en Puerto Torres, una pequeña población del municipio de Belén de los Andaquíes, perteneciente al Departamento del Caquetá.En esta localidad los paramilitares no solamente confinaron, desplazaron y desaparecieron a muchas personas, sino que además convirtieron el colegio y la casa del cura, en aulas de una Escuela de la Muerte.
Acto de presentación del Informe
 
El informe de 254 páginas, aparte de reconocer los aportes a la antropología forense para narrar y descubrir lo que les sucedió a esos 36 cadáveres rescatados, cuenta las opiniones de los expertos, familiares de los desaparecidos y también de una parte de los victimarios, que acogidos a la Ley de Justicia y Paz, han contado los horrores que realizaron.
 
La tranquilidad que se vivía en ese caserío, habitado por 500 familias que se dedicaban a labores campesinas y ajenas al conflicto armado, desapareció a mediados de 2001 cuando allí se instaló el frente criminal. Los paramilitares ocuparon algunas viviendas y se apoderaron de la escuela, la iglesia  y de la casa cural, para montar su centro de operaciones, donde cometieron múltiples crímenes contra quienes consideraban integrantes o colaboradores de la subversión.
 
Un desertor paramilitar dio a conocer a las autoridades nacionales  estos hechos en agosto de 2002, quien, con el ánimo de vincularse al Programa de Protección de Testigos de la Fiscalía, confesó ante funcionarios del CTI de Florencia, la capital del departamento, que sus compañeros de armas llevaban a Puerto Torres a quienes iban “a matar con armas de fuego, corto punzantes y contundentes; y una vez asesinados son descuartizados y empacados en bolsas de polietileno para enterrarlos”. Además, informó que podrían existir 100 cadáveres enterrados en diferentes puntos del poblado.


Portada del Informe

El informe establece que en aquel caserío las víctimas primero eran torturadas en un árbol de mango; luego interrogadas en la casa cural, que los paramilitares adecuaron como calabozo; y, finalmente, asesinadas en un sector de la institución educativa. Las personas que llegaban agonizantes provenientes de la casa cural/calabozo eran decapitadas y desmembradas sobre un tronco diseñado para ese fin. De este lugar eran trasladados a las pequeñas fosas individuales cavadas en su mayoría por nuevos miembros del grupo.
 
De los 36 cadáveres objeto de estudio en el informe ofrece los siguientes datos: 33 cadáveres corresponden a hombres y 3 a mujeres. Estas últimas de entre 15 y 60 años de edad.
 
Los análisis también arrojaron luces sobre los ataques que recibieron las víctimas y la manera en la que murieron, al rastrear las huellas que dejaron los victimarios. Estas huellas permitieron  confirmar que 17 recibieron disparos por proyectil de arma de fuego (en cráneo y cara 14, en tórax dos y uno en una pierna), nueve fueron sometidas a quemaduras en cara y dientes, 16 registraron fragmentación del cráneo y/o cara (siete de ellas con instrumento contundente y nueve con arma de fuego posiblemente de alta velocidad), y finaliza el informe que los cadáveres también evidenciaron la decapitación y el desmembramiento, además de la castración de un hombre. 16 personas fueron decapitadas, 12 fueron mutiladas tanto sus extremidades superiores como inferiores, 17 tuvieron amputación de sus extremidades superiores y 22 de sus extremidades inferiores.
 
El estudio de las fosas arrojó que todas eran pequeñas y tenían dimensiones de 80x80x80 centímetros,  lo cual refleja que el frente paramilitar las hacía de este modo para ahorrar esfuerzos y garantizar que mantuvieran ocultas. “Como complemento a que las fosas sean individuales y pequeñas, y para mantenerlas ocultas, los miembros del grupo armado tenían como práctica desmembrar los cuerpos y hacer un corte longitudinal en el abdomen de las víctimas. Este procedimiento impide que en el normal proceso de descomposición de un cadáver se acumulen los gases y exploten, lo que aseguraba que, sumado a su pequeño tamaño, las fosas no tuvieran montículos que revelaran su ubicación”.
 
Sobre esta tragedia, la comunidad, las víctimas sobrevivientes y los victimarios refieren que alrededor de mil cadáveres se encuentran enterrados de forma clandestina en todo el departamento de Caquetá. El exjefe  financiero del grupo paramilitar, relató que en su zona de influencia hay 743 fosas, de las cuales ha aportado información a las autoridades. Hasta octubre de 2014, la Fiscalía había exhumado 203 cadáveres en Caquetá.
 
En el acto intervino una madre cuya hija fue una de las desaparecidas. A pesar de que vivía muy lejos de Puerto Triunfo, cuando tuvo noticias de que a su hija se la habían llevado los paramilitares, viajó al caserío a enfrentarlos,  poniendo en riesgo su vida. Los comandantes paramilitares negaban todo y la trataban de loca. Desesperada les dijo: que había traído  unas bolsas y que la devolviesen a su hija como estuviese, que se la llevaba. Esta madre  ya sabía que a las victimas las troceaban y quería recuperarla aunque fuese en pedazos. Los restos ya han sido localizados, identificados y entregados a esa madre.
 

La madre citada, durante su intervención
 
Si esta madre sabía dónde operaban los paramilitares ¿qué sabían las autoridades, los militares, la policía, los medios de comunicación, la iglesia…? Creo que todos los colombianos, aparte de  los acuerdos de paz con los insurgentes, necesitan un proceso catártico  colectivo por haber mirado hacia otro lado, mientras se cometían semejantes atrocidades, como quien dice,  hace cuatro días.


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