El
azúcar en Colombia antes de la
presentación actual tuvo otra bastante diferente y que la gente apenas
conoce. El azúcar en polvo, refinado, centrifugado y blanco, es de relativa
reciente aparición. Anteriormente el azúcar se presentaba en unos bloques en
forma de obús, por la forma del molde de barro en donde se elaboraba y que
había que trocear a martillazos para utilizarla.
Esta
presentación me la ha sugerido el amigo Aníbal Arcila en nuestro reciente viaje
a Medellín. Me regaló una copia de una plumilla pintada por él mismo, donde se
observa una fase del proceso y una serie de dibujos de cómo se embalaban en
hoja de chisgua o calceta de plátano y cómo se distribuía.
El proceso de elaborar panes de azúcar era más dificultoso
y por tanto más costoso que los de la panela, así que su elaboración se
concentraba en las haciendas más grandes y sus consumidores eran las capas más acomodadas de la población.
El proceso bastante complejo consistía en
calentar el guarapo hasta conseguir la concentración deseada, -el llamado punto
del azúcar- que definía el maestro azucarero y que era menor que el
necesario para elaborar la panela. Una vez obtenida la concentración deseada se vertía en
un tacho o canoa donde se batía manualmente para que se iniciase la
cristalización de la sacarosa.
Posteriormente
este líquido se vertía en las hormas, que
eran unos moldes de barro de forma cónica de unos 69 cms.de alto por 40 cms.de
diámetro en la boca, que en su vértice llevaban un agujero o respiradero. Estas
se mantenían en agua.
Estas
hormas se insertaban boca arriba sobre un armazón de madera de agujeros
circulares que aseguraban su estabilidad. El respiradero se tapaba con un
cogollo de caña o un garojo del maíz. Estas hormas se llenaban hasta la mitad,
se dejaba reposar un cuarto de hora para
más tarde seguir llenando durante varias veces, para finalmente terminar de llevar el nivel
del melao a unos cinco centímetros de
la boca de la horma.
Mientras se enfriaba en la
horma, se removía con un palo para compactarlo mejor. A medida que se llenaban las
hormas, éstas se trasladan a un edificio diferente al de las hornillas, llamado
salón de purga, donde en otro armazón
de madera sostenía las vasijas, para después
de dos o tres días de reposo, destapar el orificio inferior, por
donde escurría la miel de purga, que podía
servir para fabricar aguardientes o para la alimentación del ganado.
Después
de seis a ocho días, una vez que se había endurecido la parte de encima del
contenido de la horma, se continuaba una nueva purga en la parte baja, consistente en retirar una especie de panela con
impurezas que servían para el consumo interno.
La parte superior se nivelaba con azúcar blanco extraído de la capa superior de otro
pan.
El
destino principal de los panes de azúcar eran las clases urbanas acomodadas,
hacendados, comerciantes y funcionarios reales. Era un producto de lujo, tanto
en Colombia como en los mercados europeos, al menos hasta el siglo XIX. Las mieles y
la panela eran en Colombia los productos de uso corriente.
Forma de embalar un pan de azúcar. Dibujo de Aníbal Arcila |
La aparición de los modernos ingenios en la zona del Cauca a mitad del siglo XX, se apoderaron del mercado nacional del azúcar. El azúcar de capacho no podía competir con el azúcar centrifugado, ni en precio, ni en calidad.
Con
la pérdida del pan de azúcar se perdió un envuelto
vegetal. Hay que tener en cuenta que el peso un pan llegaba a unos 10 kilogramos.
Aníbal
conserva una media docena de hormas que son autenticas piezas de museo.
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