Según los informes del
Departamento de Estado de los EE.UU, el 79 % de la coca que sale de los países
productores de América del Sur, pasa por Honduras camino a los países del
norte.
La coca llega a Honduras por vía aérea a los Departamento
orientales, como Olancho, donde los narcos poseen grandes fincas dotadas de pistas de
aterrizaje, mientras que, si lo hacen por vía marítima, los puertos
caribeños de Trujillo y La Ceiba son los elegidos. Los narcos compran a los guardias costeros
para que hagan la vista gorda.
A partir de aquí deben mover la coca por el interior de país
hacia el occidente, para pasarla al vecino país de Guatemala, en su recorrido hacia el norte. Utilizan la
frontera de Copán a escasos seis kilómetros de las famosas ruinas mayas, del
mismo nombre.
Mapa de Honduras donde se reseñan las localidades de entrada y salida de la coca |
Ya hemos conocido en repetidas ocasiones el ingenio de los
departamentos de logística de las empresas criminales que mueven el polvo
blanco. La realidad suele superar a la imaginación más retorcida. Así es como en la ciudad hondureña de San Pedro de Sula,
de un millón de habitantes, situada al norte del país, los velatorios de las
funerarias suelen ser visitados por los narcos.
Estos localizan a las
familias humildes en los velatorios y les hacen ofertas para comprarles el cuerpo, con el compromiso de
enterrarles doscientos kilómetros más abajo, en cualquier finca próxima a la
frontera de Copán. La parte económica de
la compra ronda los 10.000 dólares por cadáver.
Llegados a un acuerdo, la
familia notifica a la funeraria que ha decidido enterrar el cuerpo con otra
empresa fúnebre y así es como los narcos en un falso coche fúnebre recogen el
cuerpo y se lo llevan.
Ilustración de Alejandra Congote, para el periódico Universo Centro |
Los narcos en una especie de
ritual macabro utilizan los cadáveres para en su interior trasladar la coca
hasta cerca de la frontera guatemalteca. Se supone que la policía urbana o de
carretera, no debe parar un furgón funerario donde se supone la presencia de familiares afligidos
por el dolor de la pérdida de algún familiar, mientras acompañan al cadáver.
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