miércoles, 8 de julio de 2015

LA HOJA DE COCA Y EL MAL DE ALTURA

Con gran profusión numerosos periódicos españoles han recogido la noticia de la demanda que ha hecho el Papa Francisco, para que le tengan preparadas  hojas de coca para mascar, para cuando llegue en avión a Bolivia. El Papa Francisco sabe de lo que habla, pues entre la población andina que va desde Argentina hasta Venezuela, la costumbre de mascar hojas de coca es y ha sido una práctica ancestral.
 
Se conoce como mal de altura a la falta de adaptación del organismo a la falta de oxigeno en el mismo, que se produce con la altura. La presión atmosférica disminuye con la altura, lo que afecta a la disponibilidad del oxígeno, ya que los alvéolos pulmonares no son capaces de transportar la misma cantidad de oxígeno a la sangre que ante una situación de mayor presión.
 
Los síntomas de este mal son mareos, cefaleas, nauseas, vómitos, agotamiento físico, trastornos en el sueño....y algunos de estos empiezan a notarse a partir de los 2.500 metros de altitud. El aeropuerto de la ciudad de El Alto donde llegará en Papa se encuentra a 4.070 metros de altitud. Ver:
 
La coca –Erythroxylum coca- es una planta nativa de los ambientes húmedos y calurosos del continente sudamericano. Se cultiva entre los 500 y los 2.000 metros sobre el nivel del mar, especialmente en norte de Chile y Argentina, Bolivia, Perú,  Ecuador y en el Sur de Colombia y en la Sierra Nevada de Santa Marta.
 
Hojas de coca 

En la historia de los pueblos andinos, tal como han recogido los cronistas de indias, ésta planta ha tenido distintos usos que todavía perduran entre los grupos indígenas, campesinos y en la sociedad urbana en casi todos los países del continente sudamericano. Para algunas comunidades se la considera una planta sagrada.
 
El uso principal es el masticatorio conocido como manbear, chacchar, picchar ó acullicar,  consistente en meterte en la boca unas cuantas  hojas previamente tostadas e ir formando un bolo para extraer de ellas las sustancias activas y estimulantes. Para lograr los efectos deseados, es necesario agregar un componente alcalino a la mezcla, usualmente cal viva o ceniza alcalina, -básicamente bicarbonato de calcio de origen vegetal-. Esto se logra con la llipta, que son unos panecillos de ceniza elaborados con el tallo de la quinua. En algunos comercios se venden conjuntamente.
 
Las sustancias activas durante la masticación actúan sobre el organismo humano de manera beneficiosa, ya que quitan el cansancio, el hambre, la sed y el sueño. Aparte de estos beneficios también el acto de manbear se le considera un acto ritual con profundas implicaciones sociales para el hombre andino, ya que perpetúa las tradiciones culturales y une a las personas.
 
La hoja de coca tiene además usos ceremoniales, adivinatorios, medicinales y han formado parte del ajuar funerario. Diversas culturas han dejado constancia de esta actividad en sus vasijas y mascaras con la representación de la mejilla dilatada por el manbeo.
 
Mascara de oro, representado el bolo del manbeo en la mejilla izquierda

Las autoridades coloniales españolas tuvieron con respecto a la hoja de coca una posición vergonzante. En la primera época restringieron y prohibieron su uso dado el carácter sagrado de las mismas, que competía con los rituales y creencias de la iglesia católica para, más tarde, estimular su producción y consumo dadas las ventajas que se obtenían sobre el rendimiento productivo, sobre todo en el sector de la minería.
 
Personalmente conocí el árbol de coca en el Jardín Botánico de Medellín, en 1996. Recuerdo que cogí unas cuantas hojas que guardé celosamente entre páginas de los libros. En aquella época las hojas  de coca estaban bastante estigmatizadas, ya que todavía no había aparecido públicamente Evo Morales, el gran divulgador de las bondades de las mismas.
 
Dibujo de Guamán Poma de Ayala. Coquero pasando hoja de coca. Siglo XVII

Al año siguiente, viajé desde Medellín al Alto, para visitar a un amigo de mi empresa que dirigía un proyecto de expansión de la red urbana telefónica en la ciudad de La Paz. Visité algunos frentes de trabajo donde observé que prácticamente todos los trabajadores manbeaban coca, mientras trabajaban.
 


En el 2005 visité el Mercado de Huancayo, en Perú, donde en un almacén  próximo pude comprar hoja de coca y la llipta para manbear. Huancayo se encuentra a 3.271 metros sobre el nivel del mar. También recuerdo que visitando una mina en el Cerro Rico de Potosí, compramos para los mineros del interior -existe la costumbre de llevar regalos a los mineros- bolsas de hoja de coca y bebidas refrescantes. Las tiendas de insumos mineros, cerca del cerro, venden hoja de coca, como uno más. También he visto las hojas de coca en las mesas  ceremoniales  y rituales de diversas comunidades indígenas.
 

Por último, mi historia respecto a la hoja se cierra con la contratación de un tour para visitar el Parque Nacional  Eduardo Abaroa, situado al sur de Bolivia, lindante con Chile. Lo hice con un suizo y varios canadienses. Salimos de Uyuni y por varios días nos movíamos y dormíamos en alturas superiores a 4.000 metros. Todos llevábamos y manbeamos hojas de coca.

 
Al respecto tengo que reconocer que el mal de altura solo me ha producido fatiga y cansancio, pero no dolor alguno. Caminando en altura he tenido que hacer muchas paradas para recuperar la respiración y hacerlo despacio. He subido un par de veces al cráter del volcán el Nevado del Ruíz, en Colombia, que está a 5.400 metros de altitud,  sin más problemas, que los descritos.
 
 



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