jueves, 3 de agosto de 2017

LA YUCA BRAVA: ALGO MÁS QUE UN ALIMENTO II

En la anterior entrada explicábamos el proceso por el cual un producto venenoso, como es la yuca brava, se convierte en un alimento de primer orden entre las comunidades indígenas de las cuencas del Orinoco y del Amazonas. En ésta nos encargamos de describir los elementos de la cultura material, que hacen posible semejante prodigio.
El proceso comienza con la recolección de la yuca brava de los conucos o en las chagras y su traslado a la vivienda. Para esta última función se utiliza un canasto  denominado catumare, elaborado con palma de moriche -Mauritia flexuosa- y bejuco entrelazado. El peso se lleva soportado sobre la frente a través de una cincha, mientras el canasto se apoya sobre la espalda. Las yucas se suele dejar en agua durante cierto tiempo para que la raíz se ablande y de esta manera poder pelarse –retirar la corteza- con más facilidad.
Cerrando el catumare. Observese la cincha que rodeará la frente
Una vez pelada se pasa por el rallador, para obtener una masa pastosa. El rallador es una original pieza de madera al que se les ha incrustado piedritas pequeñas afiladas y dispuestas formando una trama o dibujo, sujetas con algún tipo de latex, permitiendo mediante el rallado de la raíz, su desmenuzado.

Izquierda rallando yuca. A la derecha construyendo un rallador

Posteriormente y para eliminar el ácido cianhídrico, característico de la yuca brava, la masa obtenida debe introducirse en el interior de un exprimidor, denominado sebukán.

Éste es un artilugio formado por un tejido tubular alargado -de unos 1,60m. de alto por  20 cm. de diámetro- con un asa en cada extremo, utilizado para extraer el líquido venenoso.Al tirar de ambos extremos del tejido, éste se alarga y comprime la yuca rallada, propiciando que la sustancia tóxica salga por la trama. 
El sebukán se cuelga del asa de la parte superior, donde está la boca y por donde se introduce la yuca rallada. Para imprimirle presión, en  su asa inferior se atraviesa con una vara sujeta en un punto de agarre, para hacer palanca y de esta manera alargar  y comprimir el tejido y la masa interior.

A la izquierda sebukán. A la derecha extracción del ácido  cianhídrico 
A continuación la masa salida del sebukán debe cernerse para separar las fibras, de la harina fina. Esta última es la utilizada para hacer las tortas de casabe. Para ello se utilizan unas cestas circulares  llamadas  manar.

A la izquierda balay. A la derecha cerniendo yuca con el manar

El mañoco o almidón seleccionado, depositado en unas cestas circulares denominadas balay, se incorpora al budare, que es una sencilla construcción, que recoge en su parte superior un platón, cerámico o metálico, de unos 80 cm. de diámetro,  donde se extiende la masa para hacer una especie de fina tortilla. Previamente debe estar encendido el fuego en el interior del budare, dejándose cocer unos 7 minutos por cada lado. Las tortas de casabe tienen unos 60 o 70 cm. de diámetro.

Una vez cocidas se depositan sobre una estera llamada tulima. Otros utensilios son la paleta de madera utilizada para despegar los bordes de la masa, durante el proceso de cocción del casabe y el soplador; una pequeña esterilla utilizada para avivar el fuego del budare.

Cociendo una torta de casabe en el budare
Todos estos elementos de la cultura material apenas varían entre las etnias indígenas. Todas ellas vienen determinadas, por los recursos que encuentran en el entorno que los rodea. Así la mayoría de enseres son de madera, fibras naturales y barro cocido. Lo que si varía son las denominaciones, ya que cada  comunidad indígena las denomina de acuerdo a su lengua. 

Todos estos objetos descritos en el proceso de obtención de las tortas de casabe, son un distintivo y un acervo cultural de los grupos étnicos que ocupan las cuencas de los ríos Orinoco y Amazonas. 
 
Lámina de la Comisión Corográfica de Colombia. 1858. Rallando yuca en el centro, cerniendola a la izquierda y  exprimiéndola con el sebukán a la derecha. Al fondo las tortas

NOTA FINAL: En nuestra casa de Santander  conservamos una importante colección de utensilios indígenas de la cuenca del Orinoco, adquiridos en las comunidades durante mi estancia en Venezuela en los años 1998 y 1999. La componen macanas, guapas, carcajs, yoperas, balays, palos ígneos para hacer fuego, catumares, escofinas de quijada de báquiro, bancos ceremoniales, ruecas, maracas shamánicas, puntas de flecha, guayucos, ruecas para hilar algodón, collares, mascaras y pintaderas e´ñepa. Pertenecen a grupos indígenas De´aruwa, Yanomani, Hiwi, Puinare, Piaroa, Ye´kuana, Warekena, Tikuna y E´ñepa.

Falta un sebukán de unos dos metros de largo, que la empresa de transporte internacional DHL lo extravió. Lo facturé en Caracas en 1999 y nunca llegó a Santander. Me abonaron la tasación de la pieza asegurada, pero la perdí. Toda una canallada.