martes, 27 de marzo de 2018

UNA BONITA HISTORIA BOTÁNICA II


Esta historia no finaliza en el dialogo anterior. Matís se lo cuenta a José Celestino Mutis y éste, incrédulo, solicita verificarlo con el negro Pío en la propia Casa Botánica. 
  
José Celestino Mutis reúne como testigos presenciales del descubrimiento al canónigo  Ugalde, al jesuita padre Álvarez,  y a Pedro Fermín de Vargas, corregidor de Zipaquirá, su discípulo.

Lámina botánica del arbusto del Guaco, de la Real Expedición 
Cuando Pío se hace presente, José Celestino Mutis le dice:

-Estos señores quieren que los cures; si te atreves.
-Respondió que sí.
-Díjole el doctor Vargas: vamos a la obra.
-Díjole el negro: no, mi amo, ahora no; eso ha de ser por la mañana.
- Bien, dijo el señor Vargas: prevén lo que sea necesario, y ven acá por la mañana.

A la mañana siguiente vuelve el Negro Pío. Antes de exponer el descubrimiento a los botánicos de la casa de Mutis, nos cuenta Matís que él y Pío volvieron a la oficina, machacamos bien las hojas, las envolvimos en un trapo, exprimimos el zumo y lo guardamos en un vaso.

En efecto, Pío trae la culebra e inocula el zumo en los cuerpos de los asistentes. Deja la culebra en el suelo y los insta a que la recojan; ninguno de los canónigos y botánicos se atreve a levantarla. Pedro Fermín de Vargas, finalmente, levanta la culebra y la deposita en el piso. La culebra no lo pica. Matís la levanta dos veces y no lo pica tampoco. Con humor y cierta alevosía, le dice a los botánicos  luego de cogerla: ¿ven ustedes? ¡y están con miedo! No fue posible.

Portada del semanario madrileño donde se publica la historia
Después de lo cual escribe: Yo, Matis, me quedé pensando: si la culebra no pica a alguno, no quedo satisfecho de la curación. Me resolví a irritarla haciendo reflexión: ¿qué puede ser? aunque me pique, aquí está el curandero a quien le tengo fe.

En efecto, me agaché y le fui rascando por encima; [...] revolvió con ligereza y se me prendió, clavándome los colmillos en los dos dedos centrales de la mano derecha. [...] El negro, que tenía en la boca hoja mascada del dicho guaco, me tomó la mano y chupó donde le mostré me había picado, escupió, y me dijo: No tenga su merced cuidado.

Este esplendido relato ha tenido algunas modificaciones sobre todo en  lo que tienen que ver con la apropiación del descubrimiento. Uno de ellos tuvo lugar en Semanario de Agricultura y Artes Dirigido a los Párrocos, publicado en Madrid, en 1798, en versión  de Pedro Fermín de Vargas.
Capítulo del semanario relativo a la historia del guaco
Este antiofídico, según nos explicó el guía actual de la antigua sede de la Expedición  Botánica, fue explotado económicamente durante muchos años por Manuel Mutis, hermano de José Celestino.

En esta bonita historia existen dos situaciones. De un lado los botánicos, el conocimiento, miran la serpiente, guardan distancia y nunca se atreven a recogerla, en una situación en la que se corresponde con el miedo a la muerte. Del otro, el semianalfabeto Matís y el esclavo Pío,  con sus prácticas comunitarias de contar, curar y jugar entre la vida y la muerte, ofrecen una lección a los primeros.

sábado, 24 de marzo de 2018

UNA BONITA HISTORIA BOTÁNICA I


En nuestro reciente viaje a Colombia, hicimos noche en San Sebastián de Mariquita, municipio situado a 150 kilómetros de Bogotá, famoso por servir de sede de la Real Expedición Botánica, ordenada por el rey Carlos III, bajo la dirección del sabio gaditano José Celestino Mutis.

Visitamos las instalaciones de la sede en un viejo caserón colonial, así como el jardín de la misma, conociendo el famoso arbusto del guaco -Mikania cardifolia- cuyas hojas nos regalaron y conservamos en Cantabria. Además nos sirvió para rememorar una bonita historia que habíamos leído dos días antes en el anuario Maguaré, del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional de Colombia, que habíamos  adquirido en Popayán.

Vista del caserón que acogió la Real Expedición Botánica en Mariquita
En mayo de 1801 Alexander Von Humboldt y Aimé Bonpland llegaron a Bogotá para conocer a José Celestino Mutis y los trabajos de su Expedición Botánica en la Nueva Granada. La llegada de los científicos extranjeros fue un gran acontecimiento en la aldeana Bogotá de entonces.

Entre los muchos regalos que recibieron los viajeros estaba una planta conocida como la hoja del guaco. Seguramente los naturalistas granadinos se la obsequiaron como símbolo del conocimiento vernáculo y como una contribución local a las ciencias universales. Camelo describe así el suceso: “[…] Mutis entregó a los visitantes una artesa con fragmentos del bejuco de Guaco, que con Pedro Fermín de Vargas […] habían identificado como efectivo antídoto contra el veneno de las serpientes”

El descubrimiento de la hoja del guaco ocurrió algunos años antes y por cuenta de otras personas distintas a las que hicieron entrega de la planta a los viajeros extranjeros. Fue obra de un pintor y naturalista autodidacta, Francisco Javier Matís, que trabajó durante 30 años en la Real Expedición y de otra figura todavía más desconocida, el negro Pío.

Hoja del guaco -mikania cardifolia- recogida en el jardín de la sede 
En un texto dejado por Matís  cuenta la manera en que “descubrió” las propiedades antiofídicas de la hoja de guaco mientras herborizaba por las regiones aledañas a Mariquita. Corría el año de 1788 y Matís se encuentra al negro Pío, esclavo de José Armero, con una culebra viva en las manos y al haberle preguntado dónde la había cogido, se desarrolla el siguiente dialogo:

Dijo que [la había cogido] a la venida de la hacienda.
-Pregunta Matís ¿A qué [sic] te adivino, le dije, las contras de que usas? (1)
-¿A que quizá, contestó, sabrá su merced?
- Díjele que usaría del bejuco curare. Contestó que sí.
-¿De la necha? -Que sí.
-¿De la fruta del burro? -Que sí.
-¿Y fuera de esas usarías otras? A lo que me contestó: hace poco descubrí otra que me parece es mejor que las nombradas.

Y sacando del bolsillo una hoja, me la mostró, y refiriéndome cómo había sido el descubrimiento, dijo: Que estando desherbando unas yucas en la hacienda de su amo, vino una águila que nombran guaco, y se paró en un árbol: que estuvo cantando guacó, guacó [...] y que luego se dejó caer entre el bosque; y oyéndole dar aletazos, le causó curiosidad de ir a ver qué eran dichos aletazos, y vio al águila en acción de coger la culebra, la cual se le prendió, y en el instante levantó el vuelo, y se fue. 

Aguila guaco referida en la conversación
El negro la siguió para ver dónde iría a caer, y vio que a la ceja del bosque se sentó y comió de las hojas del bejuco guaco, y retrocedió en busca de la culebra, y la halló en el mismo sitio, y la cogió y se la llevó a comércela [sic] a otra parte; que fue el negro y reconoció de las hojas que había comido, y reflexionó: cuando este animal ha comido de este bejuco, buena contra será.

-Ya he aplicado, añadió, a seis el zumo puro bebido y frotado en las picadas, y ninguno ha muerto.

-Díjele: buen descubrimiento has hecho

CONTINUARÁ


(1)Hace alusión a los contravenenos que utilizan en su vida común. Este lenguaje es propio de los naturalistas y  de yerbateros o curanderos prácticos, de ese país.

sábado, 17 de marzo de 2018

OBTENCIÓN DE CERA DEL LAUREL, EN EL SUR DE COLOMBIA

Visitando el museo etnográfico del Parque Arqueológico Nacional  de Tierradentro, nos  encontramos un artilugio que nos llamó la atención; era una prensa para obtener la cera del árbol denominado laurel de cera. Desconocíamos la existencia de este aprovechamiento económico.
Prensa de cera. Sobre ella la bolsa de fique y debajo la canoa para recoger la cera
Los laureles de cera son una variedad de arboles pertenecientes a la familia Myricaceae, que se distribuye en las zonas montañosas, entre los 1.700 y los 2.900 msnm. en la zona intertropical. Estas especies del género Myrica se las conoce por sus frutos ceráceos, utilizados para la fabricación de velas, jabones y como materia prima para fabricar betunes y ceras para suelos.

Lamina botánica del genero Myrica, laureles de cera

La cera se encuentra en racimos de bayas escamosas y duras con núcleo huesoso, fácilmente desprendible mediante calentamiento en  agua y posterior prensado de las bayas para obtener un mejor rendimiento. La cera se obtiene por decantación una vez pasada a moldes cuando está caliente.

 

El procedimiento consiste en retirar las bayas de los arboles mediante arrastre de las mismas. Un árbol adulto puede proporcionar 25 kilogramos de semilla. Posteriormente se calientan en un recipiente donde ya inicia el soltado de la cera.

 

Posteriormente se extraen las bayas de las canecas y se introducen en una bolsa de fique, para una vez cerrada prensarla en el artilugio de la foto. La prensa en realidad en un gran tronco cortado por la mitad, en posición horizontal, sujeto en ambos extremos con sendos troncos, en este caso verticales y enteros,  donde se apoyan.

 

Separadas ambas mitades –prensa abierta- se introduce la bolsa de fique y se vuelven a juntar, utilizando palancas auxiliares para juntar lo máximo posible los troncos horizontales, propiciando la caída de la cera residual al recipiente de madera ubicado debajo de ella. Para un mejor aprovechamiento se suele cambiar de posición la bolsa de fique en la prensa y seguir prensando. La cera es de color verdosa y lo que queda en el costal, el ripio, se utiliza para hacer abono orgánico.


Vista lateral de la prensa de cera

Los rendimientos alcanzados son del orden del 20%, es decir de un saco de 50 kilogramos de bayas pueden obtenerse unos 10 kilogramos de cera.

 

Esta actividad económica es propia de los Paeces, ubicados en algunos municipios del sur del Departamento del Valle del Cauca y de Nariño. 


sábado, 3 de marzo de 2018

SOBRE JAMES RODRÍGUEZ

A pocos meses de que se inicie nuevamente el mundial de futbol escribo esta entrada a sabiendas de que en Colombia me meto en un berenjenal, pero no me importa.

El anterior mundial, el del 2014, me cogió viviendo en Bogotá. Me sorprendió que los días que jugaba Colombia y ganaba, las jornadas finalizaban con docenas de heridos y algunos muertos. Además era una temeridad salir a la calle, después del partido, porque te podía pasar cualquier cosa.

Recuerdo también que los días que jugaba Colombia se decretaba la ley seca, consistente en que nadie podía venderte un gramo de alcohol desde las 12 de la noche, del día anterior, hasta las 12 del día siguiente. Es decir mientras que en el resto del mundo, el sector hostelero aprovecha para hacer caja en un mundial de fútbol –la gente le gusta ver los partidos en las terrazas junto a los amigos o familiares- en Colombia no es posible y se deprime más el sector.

Está bien que el futbol sea una religión en Colombia, pero estas  circunstancias, por si solas, deberían hacer reflexionar a los colombianos. ¿Por qué  les tratan como a niños pequeños? y ¿por qué no asumen las responsabilidades de sus actos¿

El 2 de octubre del 2016, se celebró en todo el país un plebiscito para refrendar o no el Acuerdo de Paz de la Habana. Los partidarios del no  ganaron la consulta por 6.431.376 votos, frente a los 6.377.482 de los del sí. El resultado conmocionó prácticamente a todo el mundo.  

La campaña fue muy sucia, sobre todo por parte de los del no, donde se atrevieron a colocar vallas publicitarias por todo el país,  donde aseguraban que votar a favor del acuerdo de paz era votar por la presidencia de Timochenko, máximo comandante de las FARC. En los sondeos actuales no llegan al 2% en intención de voto.

Valla informativa de los partidarios del NO
En este contexto, el periodista inglés, John Carlin, escribía una columna en el diario El País de España, titulada James es un cobarde: ¿Sí o no¿ . Jhon le invitaba a pronunciarse sobre el sí, como lo había hecho anteriormente otro ídolo deportivo colombiano, el ciclista Nairo Quintana.

Y le decía: Otra cosa es que se quede callado un futbolista cuando lo que está en juego no es el resultado de una elección general más, sino el destino del país en el que nació. Es el caso hoy de James Rodríguez. El 2 de octubre se celebrará aquí en Colombia un plebiscito para decidir si el acuerdo de paz que el gobierno ha negociado con las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para poner fin a medio siglo de guerra se implementará o no. Los colombianos tendrán que votar “sí” o “no” al acuerdo. Si votan que no, cuatro años de negociaciones se irán a la basura y de vuelta a los asesinatos y los secuestros, al terror y a los enfrentamientos militares.

James se quedó callado. Sin embargo, un mes más tarde no tuvo reparos para hacerse una foto en el campo de fútbol del Real Madrid, con los expresidentes colombianos Alvaro Uribe y Andrés Pastrana, que encabezaron las campañas por el no y que actualmente, de cara a las elecciones generales de éste año, sus respectivas formaciones se manifiestan por hacer trizas el acuerdo de paz, que ha hecho suyo el Estado colombiano.


James entre Alvaro Uribe y Andrés Pastrana, en el campo del R.Madrid
Sabemos que la vida de un futbolista puede ser unos 15 o 18 años. A partir de aquí ya eres un ciudadano normal como el resto, aunque dispongas de mucho dinero. James, mal asesorado, no se ha dado cuenta que se puede simultanear  ser un buen futbolista con un buen ciudadano colombiano.

De lo primero no hay dudas. En cuanto a lo segunda a mi me parece un pobre idiota.