A pocos meses de
que se inicie nuevamente el mundial de futbol escribo esta entrada a sabiendas
de que en Colombia me meto en un berenjenal, pero no me importa.
El anterior
mundial, el del 2014, me cogió viviendo en Bogotá. Me sorprendió que los días
que jugaba Colombia y ganaba, las jornadas finalizaban con docenas de heridos y
algunos muertos. Además era una temeridad salir a la calle, después del partido,
porque te podía pasar cualquier cosa.
Recuerdo también
que los días que jugaba Colombia se decretaba la ley seca, consistente en que nadie podía venderte un gramo de
alcohol desde las 12 de la noche, del día anterior, hasta las 12 del día
siguiente. Es decir mientras que en el resto del mundo, el sector hostelero
aprovecha para hacer caja en un mundial de fútbol –la gente le gusta ver los
partidos en las terrazas junto a los amigos o familiares- en Colombia no es posible y se
deprime más el sector.
Está bien que el
futbol sea una religión en Colombia, pero estas circunstancias, por si solas, deberían hacer
reflexionar a los colombianos. ¿Por qué
les tratan como a niños pequeños? y ¿por qué no asumen las responsabilidades
de sus actos¿
El 2 de octubre del 2016, se celebró en todo
el país un plebiscito para refrendar o no el Acuerdo de Paz de la Habana. Los
partidarios del no ganaron la consulta
por 6.431.376 votos, frente a los 6.377.482 de los del sí. El resultado conmocionó
prácticamente a todo el mundo.
La campaña fue muy
sucia, sobre todo por parte de los del no, donde se atrevieron a colocar vallas
publicitarias por todo el país, donde
aseguraban que votar a favor del acuerdo de paz era votar por la presidencia de
Timochenko, máximo comandante de las FARC. En los sondeos actuales no llegan al 2% en intención de voto.
Valla informativa de los partidarios del NO |
En este contexto,
el periodista inglés, John Carlin, escribía una columna en el diario El
País de España, titulada James es un cobarde: ¿Sí o no¿ . Jhon le
invitaba a pronunciarse sobre el sí, como lo había hecho anteriormente otro
ídolo deportivo colombiano, el ciclista Nairo Quintana.
Y le decía: Otra cosa es que se quede callado un futbolista cuando lo que está en
juego no es el resultado de una elección general más, sino el destino del país
en el que nació. Es el caso hoy de James Rodríguez. El 2 de octubre se
celebrará aquí en Colombia un plebiscito para decidir si el acuerdo de paz que
el gobierno ha negociado con las guerrillas de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) para poner fin a medio siglo de guerra se
implementará o no. Los colombianos tendrán que votar “sí” o “no” al acuerdo. Si
votan que no, cuatro años de negociaciones se irán a la basura y de vuelta a
los asesinatos y los secuestros, al terror y a los enfrentamientos militares.
James se quedó callado. Sin embargo, un
mes más tarde no tuvo reparos para hacerse una foto en el campo de fútbol del
Real Madrid, con los expresidentes colombianos Alvaro Uribe y Andrés Pastrana,
que encabezaron las campañas por el no y que actualmente, de cara a las
elecciones generales de éste año, sus respectivas formaciones se manifiestan por hacer trizas el acuerdo de paz, que
ha hecho suyo el Estado colombiano.
Sabemos que la vida de un futbolista
puede ser unos 15 o 18 años. A partir de aquí ya eres un ciudadano normal como
el resto, aunque dispongas de mucho dinero. James, mal asesorado, no se ha dado cuenta que se puede
simultanear ser un buen futbolista con
un buen ciudadano colombiano.
James entre Alvaro Uribe y Andrés Pastrana, en el campo del R.Madrid |
De lo primero no hay dudas. En cuanto a
lo segunda a mi me parece un pobre idiota.
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