En nuestro reciente viaje a Colombia, hicimos noche en San Sebastián de Mariquita,
municipio situado a 150 kilómetros de Bogotá, famoso por servir de sede de la Real Expedición Botánica, ordenada por el rey
Carlos III, bajo la dirección del sabio gaditano José Celestino Mutis.
Visitamos
las instalaciones de la sede en un viejo caserón colonial, así como el jardín
de la misma, conociendo el famoso arbusto del guaco -Mikania cardifolia- cuyas hojas nos regalaron y conservamos en Cantabria. Además nos
sirvió para rememorar una bonita historia que habíamos leído dos días antes en
el anuario Maguaré, del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional de Colombia, que habíamos adquirido en Popayán.
Vista del caserón que acogió la Real Expedición Botánica en Mariquita |
En
mayo de 1801 Alexander Von Humboldt y Aimé Bonpland llegaron a Bogotá para
conocer a José Celestino Mutis y los trabajos de su Expedición Botánica en la
Nueva Granada. La llegada de los científicos extranjeros fue un gran acontecimiento
en la aldeana Bogotá de entonces.
Entre
los muchos regalos que recibieron los viajeros estaba una planta conocida como
la hoja del guaco. Seguramente los
naturalistas granadinos se la obsequiaron como símbolo del conocimiento
vernáculo y como una contribución local a las ciencias universales. Camelo
describe así el suceso: “[…] Mutis
entregó a los visitantes una artesa con fragmentos del bejuco de Guaco, que con
Pedro Fermín de Vargas […] habían identificado como efectivo antídoto contra el
veneno de las serpientes”
El
descubrimiento de la hoja del guaco ocurrió algunos años antes y por cuenta de
otras personas distintas a las que hicieron entrega de la planta a los viajeros
extranjeros. Fue obra de un pintor y naturalista autodidacta, Francisco Javier
Matís, que trabajó durante 30 años en la Real Expedición y de otra figura
todavía más desconocida, el negro Pío.
Hoja del guaco -mikania cardifolia- recogida en el jardín de la sede |
En
un texto dejado por Matís cuenta la
manera en que “descubrió” las propiedades antiofídicas de la hoja de guaco
mientras herborizaba por las regiones aledañas a Mariquita. Corría el año de 1788 y Matís
se encuentra al negro Pío, esclavo
de José Armero, con una culebra viva en las manos y al haberle preguntado dónde
la había cogido, se desarrolla el siguiente dialogo:
Dijo que [la había cogido] a la venida de la hacienda.
-Pregunta Matís ¿A qué [sic] te adivino, le dije, las
contras de que usas? (1)
-¿A que quizá, contestó, sabrá su merced?
- Díjele que usaría del bejuco curare. Contestó que sí.
-¿De la necha? -Que sí.
-¿De la fruta del burro? -Que sí.
-¿Y fuera de esas usarías otras? A lo que me contestó: hace
poco descubrí otra que me parece es mejor que las nombradas.
Y sacando
del bolsillo una hoja, me la mostró, y refiriéndome cómo había sido el
descubrimiento, dijo: Que estando desherbando unas yucas en la hacienda de su amo,
vino una águila que nombran guaco, y se paró en un árbol: que estuvo cantando
guacó, guacó [...] y que luego se dejó caer entre el bosque; y oyéndole dar
aletazos, le causó curiosidad de ir a ver qué eran dichos aletazos, y vio al
águila en acción de coger la culebra, la cual se le prendió, y en el instante
levantó el vuelo, y se fue.
Aguila guaco referida en la conversación |
El negro
la siguió para ver dónde iría a caer, y vio que a la ceja del bosque se sentó y
comió de las hojas del bejuco guaco, y retrocedió en busca de la culebra, y la
halló en el mismo sitio, y la cogió y se la llevó a comércela [sic] a otra
parte; que fue el negro y reconoció de las hojas que había comido, y
reflexionó: cuando este animal ha comido de este bejuco, buena contra será.
-Ya he
aplicado, añadió, a seis el zumo puro bebido y frotado en las picadas, y
ninguno ha muerto.
-Díjele:
buen descubrimiento has hecho
CONTINUARÁ
(1)Hace alusión a los contravenenos que utilizan en su vida
común. Este lenguaje es propio de los naturalistas y de yerbateros o curanderos prácticos, de ese
país.
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