Esta historia no finaliza en el dialogo anterior. Matís se
lo cuenta a José Celestino Mutis y éste, incrédulo, solicita verificarlo con el
negro Pío en la propia Casa Botánica.
José
Celestino Mutis reúne como testigos presenciales del descubrimiento al canónigo
Ugalde, al jesuita padre Álvarez, y a Pedro Fermín de Vargas, corregidor de
Zipaquirá, su discípulo.
Lámina botánica del arbusto del Guaco, de la Real Expedición |
Cuando
Pío se hace presente, José Celestino Mutis le dice:
-Estos señores quieren que los cures;
si te atreves.
-Respondió que sí.
-Díjole el doctor Vargas: vamos a la
obra.
-Díjole el negro: no, mi amo, ahora no;
eso ha de ser por la mañana.
- Bien, dijo el señor Vargas: prevén lo
que sea necesario, y ven acá por la mañana.
A la mañana siguiente vuelve el Negro Pío. Antes de exponer
el descubrimiento a los botánicos de la casa de Mutis, nos cuenta Matís que él y Pío volvieron a la oficina,
machacamos bien las hojas, las envolvimos en un trapo, exprimimos el zumo y lo
guardamos en un vaso.
En efecto, Pío trae la culebra e inocula el zumo en los
cuerpos de los asistentes. Deja la culebra en el suelo y los insta a que la
recojan; ninguno de los canónigos y botánicos se atreve a levantarla. Pedro
Fermín de Vargas, finalmente, levanta la culebra y la deposita en el piso. La
culebra no lo pica. Matís la levanta dos veces y no lo pica tampoco. Con humor
y cierta alevosía, le dice a los botánicos
luego de cogerla: ¿ven ustedes? ¡y
están con miedo! No fue posible.
Portada del semanario madrileño donde se publica la historia |
Después de lo cual escribe: Yo, Matis, me quedé pensando: si la culebra no pica a alguno, no quedo
satisfecho de la curación. Me resolví a irritarla haciendo
reflexión: ¿qué puede ser? aunque me pique, aquí está el curandero a quien le
tengo fe.
En
efecto, me agaché y le fui rascando por encima; [...] revolvió con ligereza y
se me prendió, clavándome los colmillos en los dos dedos centrales de la mano
derecha. [...] El negro, que tenía en la boca hoja mascada del dicho guaco, me
tomó la mano y chupó donde le mostré me había picado, escupió, y me dijo: No
tenga su merced cuidado.
Este esplendido relato ha tenido algunas modificaciones
sobre todo en lo que tienen que ver con la apropiación del descubrimiento. Uno de
ellos tuvo lugar en Semanario de Agricultura y Artes Dirigido a
los Párrocos, publicado en
Madrid, en 1798, en versión de Pedro
Fermín de Vargas.
Capítulo del semanario relativo a la historia del guaco |
Este antiofídico, según nos explicó el
guía actual de la antigua sede de la Expedición
Botánica, fue explotado económicamente durante muchos años por Manuel
Mutis, hermano de José Celestino.
En esta bonita historia existen dos situaciones. De un lado los botánicos, el conocimiento, miran la serpiente,
guardan distancia y nunca se atreven a recogerla, en una situación en la que se
corresponde con el miedo a la muerte. Del otro, el semianalfabeto Matís y el
esclavo Pío, con sus prácticas comunitarias
de contar, curar y jugar entre la vida y la muerte, ofrecen una lección a los primeros.
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ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu blog, describe una Colombia que los colombianos no han querido o podido conocer, recorrer el país es fascinante, uno se da cuenta que Colombia tiene mucho por enseñar así como su historia, la cual no parte desde la independencia sino desde la misma conquista, así como el legado de Mutis tan poco conocido. Saludos muy gratos tmbn desde Bogotá.
ResponderEliminarque buen artículo, siempre que se piensa en Colombia se piensa en café pero la biodiversidad es enorme y rescatar estos documentos es muy importante!
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