Hemos acompañando en
la distancia la marcha anticipada de nuestra amiga Emma Arcila Estrada. A esta
antioqueña, periodista de profesión, la conocí en el 2001, abordándola en una
feria latina que se hacía en la explanada del Museo de América de Madrid.
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Emma Arcila Estrada. Imagen extraída de su Facebook |
Estaba al frente de
una ONG y la solicité ayuda para que acompañase a una amiga en la tramitación
de permisos y papeleos diversos, que días más tarde debería llegar a España.
Esa amiga con el tiempo sería y sigue siendo mi mujer: Alix M. Sánchez. A
partir de aquí se estableció una relación muy fecunda entre los tres que
requeriría bastantes folios para describirla.
Supimos que Emma
decidió dar el salto de su Medellín natal a España con los cincuenta años
cumplidos. Dado que era una viajera empedernida no la importó venir conociendo
las dificultades de integración laboral que existen en nuestro país cuando
llegas a una cierta edad y peor si eres mujer.
Sorteó las situaciones
como pudo, pero siguió viajando. Con el tiempo recorrió toda España – le
gustaba especialmente Barcelona- y bastantes países europeos, sobre todo los
del arco mediterráneo, preferidos por su historia, y Londres, donde tenía una
amiga.
Con Alix tuvo una
relación muy estrecha. Los primeros viajes a Andalucía y Barcelona los
realizaron juntas y también unidas pasaron algunas fiestas navideñas, sobre
todo en los primeros años. Frecuentaba nuestra casa de Cristóbal Bordiú y
también la de Cades en Cantabria, donde pasaba días con nosotros en verano.
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En Cades, en el 2013
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En uno de ellos la
recibimos junto a su madre Teresa. Dado que su apellido Estrada pudiese
descender de Cantabria, visitamos el pueblo del mismo nombre de Val de San
Vicente y la Torre de Estrada del siglo XII. También recorrimos algunos pueblos
asturianos de Peñamellera Alta, donde pensaban podían encontrarse sus
antepasados.
El contacto físico,
aunque no el virtual, lo perdimos a principios del 2014 cuando decidimos irnos
a vivir a Bogotá. Ella continuaba en España, aunque se mudó a vivir al pueblo costero
mediterráneo de Altea.
Emma era una lectora
empedernida. Además, escribía muy bien así que
abusando de su amistad nos
corrigió textos de algunos trabajos que elaboramos en Colombia y posteriormente
en España.
A partir de aquí ya
solo nos vimos físicamente muy pocas veces. A su vuelta a Colombia nos visitó
en nuestra casa de Bogotá. Hicimos un viaje juntos a Choachí, donde nos gustaba
pasar los fines de semana y la fuimos a visitar Medellín en diciembre del 2015,
donde hizo de perfecta anfitriona.
La última vez que estuvimos
juntos fue en enero del 2020, en nuestro último viaje a Colombia. Junto a su
hermano Aníbal, un paisa muy socarrón, hicimos algunas excursiones, una de
ellas a Jardín, un bonito pueblo antioqueño al cual le viene muy bien su
nombre. Por la noche entre tragos de aguardiente hacíamos algunas risas con las
historietas que nos contaba Aníbal.
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En Jardín, dándole al aguardiente, en el 2020 |
Para los que la
conocíamos y la queríamos, su despedida ha sido una tragedia, sin embargo para
ella, que tanto ha sufrido en los últimos meses, posiblemente haya sido una
liberación. Emma, muchas gracias por lo que compartimos y por lo que nos diste.