A mediados del siglo
XVII, la compleja y vasta región del Orinoco, conocida actualmente como la
Orinoquia, era un lugar inhóspito y lleno de peligros debido, a su geografía y
a la gran diversidad étnica.
También para la
corona española era un lugar estratégico dispuesta a abrir vías comerciales de
comunicación entre la tierra firme y España. Se suponía que acercando
mercancías al Orinoco a través de sus caudalosos afluentes, podrían situarlas en
el océano Atlántico con relativa facilidad, por ejemplo, en Puerto España, actual
capital de Trinidad y Tobago y de aquí a la península.
Con el ánimo de
estudiar esa ruta fluvial desde los Llanos colombo-venezolanos, se organizó una
expedición en 1647 al mando del militar barinense Miguel de Ochogavia. Partiendo
desde Barinas, se trataba descender por el río de Santo Domingo, hasta alcanzar
el rio Apure del que es tributario, para a través de éste arribar al Orinoco.
El viaje se inició el
10 de febrero de 1647 y en la expedición se integraba un monje domínico, de
origen extremeño, Jacinto de Carvajal quien a la postre narraría las
vicisitudes del viaje en un espléndido documento denominado: Descubrimiento
del río Apure.
Portada de la publicación del documento de Fray Jacinto de Carvajal |
El documento recoge
observaciones geográficas, etnográficas, botánicas y zoológicas. Se descubrieron y nombraron numerosas islas,
restos de asentamientos indígenas, se catalogaron los raudales y, por último,
establecieron contactos con diversas etnias. Era lo más parecido a una expedición
científica.
Tras 48 jornadas de
navegación llegan a un poblado a orillas del Orinoco llamado Nueva Cantabria. Personalmente desconocía la existencia de un
poblado con ese nombre, del que no queda ni rastro. Precisamente en él, nuestro religioso escribe la finalización y firma el documento.
Final del documento con su firma, llevada a cabo en Nueva Cantabria |
Para una segunda
entrega trataré de profundizar qué era eso de la Nueva Cantabria y
dónde se ubicaba.
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